Todas estas leyendas hablan de la casualidad como factor indispensable en la historia del origen de la infusión, pero si es verdad que hay evidencias que parecen demostrar que, en China, hacia el siglo XXVII antes de Cristo, se consumía té. Fue en la época de las seis dinastías (598-222 a.C.) cuando el té empezó a conquistar el sur del país, y lo hizo como planta medicinal. El comercio y las grandes caravanas fueron las que transportaban y comerciaban con las hojas medicinales y de esta forma alcanzó cotas como el Himalaya o Japón (hacía el año 800 a.C. e incluso puede que antes).
Para la llegada a Europa del té tuvieron que pasar muchos años. Gracias a la ruta marítima entre Oriente y Occidente, establecida por portugueses y holandeses, convirtió el té en todo un éxito social en el siglo XVII. Desde entonces, el negocio no ha cesado y la Compañía Holandesa de las Indias Orientales se quedó con el monopolio del mercado. Además, China y Japón eran los únicos países que exportaban té, y la Compañía de las Indias no permitió que nadie más cultivase la preciada planta.